📷 Captura Semanal #2
Diálogos Contemporáneos: Reflexiones sobre Identidad y Control en la Era Digital
¡Buenas! Te saludo desde Buenos Aires. Si estás recibiendo esta newsletter por primera vez, te doy la bienvenida. Y a los que ya son parte, las gracias por seguir acá y por dedicar un poco de su tiempo a leer estas líneas. Es un placer poder compartir con ustedes pensamientos, descubrimientos y debates sobre el arte y más allá. Espero que puedan encontrar en estas cartas algo que resuene con ustedes, que inspire curiosidad o que simplemente les ofrezca un espacio para reflexionar.
Como les adelanté la semana pasada, acepté algunas invitaciones a galerías y esta semana tuve la suerte de visitar la de Dolores Valdés, que está en Av. Callao 1880, en pleno barrio de Recoleta. Dolores me recibió con una energía divina y nos pasamos un buen rato charlando; la visita se sintió super especial. En la galería, tuve la oportunidad de ver una impresionante variedad de obras de artistas como Pérez Seoane, Regueiro, Lirman, y muchos otros que mencionaré en futuras ediciones, porque definitivamente hay mucho de lo que hablar sobre lo que vi.
Les recomiendo que si pueden, se den una vuelta por la galería. No solo es una chance de ver arte, sino también de sentir esa buena onda que Dolores transmite y que se impregna en cada obra. Realmente es un espacio lleno de inspiración y estoy segura de que a ustedes también les va a encantar.
Además, tenía planeado visitar una exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes, y lo hice este viernes. La visita fue a la muestra Últimos Ingresos y estuvo guiada por Valeria Stefanini, quien con su simpatía y cercanía, hizo que el recorrido fuera increíblemente enriquecedor y entretenido. Valeria no solo nos guió a través de las obras, sino que también propició reflexiones y abrió la charla sobre diversas curiosidades que le dieron un plus a la experiencia. La muestra Últimos Ingresos es una oportunidad para no solo enriquecer nuestra percepción del arte contemporáneo sino también para desafiarnos a reflexionar sobre las decisiones curatoriales que conforman nuestro patrimonio cultural. ¿Qué criterios guían a un museo a la hora de expandir su colección? ¿Qué narrativas eligen preservar y cuáles quedan fuera de sus salas? Estas preguntas se vuelven esenciales al caminar entre las obras recién integradas que habitan las salas del museo, invitándonos a un diálogo continuo con nuestra historia y contemporaneidad.
Me volví a mi casa especialmente impactada por Guilty! de Marcelo Grossman, una serie de obras que, casualmente se yuxtapuso a mi lectura de Infocracia1 de Byung-Chul Han, y me permitió catalizar una serie de reflexiones sobre la evolución del control, la identidad, la vigilancia y la era digital. La idea de esta Captura Semanal es compartir con vos estas reflexiones que giran en torno a cómo la tecnología redefine no solo nuestro concepto de privacidad sino también nuestra interacción con el mundo y con nosotros mismos.

Marcelo Grossman, con su obra Guilty!, plantea una interrogante sobre la identidad y su disolución en la era de la vigilancia y el control. La técnica de sobreimpresión que utiliza Grossman evoca la iconografía penitenciaria pero, en lugar de definir identidades, las desdibuja, poniendo en cuestión quiénes son los verdaderos culpables en una sociedad obsesionada con la categorización y el castigo, y desafiando la noción tradicional del retrato como herramienta de reconocimiento y control. Esta obra nos pregunta directamente: en una sociedad donde la vigilancia es omnipresente, ¿quién es realmente el culpable?
La obra resonó rápidamente con Infocracia, donde Han discute cómo en la era de la información, el poder se ha transformado, pasando de ejercer un control visible a uno más sutil y omnipresente, basado en el flujo constante de datos. Este panorama algorítmico no solo predice comportamientos, sino que también crea un nuevo tipo de público: uno que no discute ni delibera, sino que simplemente aparece como dato en un sistema.
Estos temas son cruciales en un momento donde nuestra existencia está cada vez más mediada por pantallas y cámaras, y donde nuestra identidad puede ser tanto una construcción propia como una etiqueta impuesta por algoritmos. Las imágenes de Grossman, que borran más de lo que muestran, junto con la perspectiva de Han sobre la vigilancia como un mecanismo que no solo observa sino que también predice y controla, abren un espacio vital para cuestionar y debatir sobre la dirección que está tomando nuestra sociedad.
La combinación de Guilty! e Infocracia plantea un escenario donde la imagen, lejos de ser un simple reflejo de la realidad, se convierte en una herramienta de control, un medio por el cual se construye y se moldea la identidad pública. En una sociedad donde cada imagen y cada pieza de información pueden ser capturadas, analizadas y utilizadas por algoritmos, el espacio para el error humano, la incertidumbre y la discusión significativa se reduce drásticamente.
Pero primero lo primero. Hablemos un poco sobre la historia de la criminalística y la fotografía. Esta es una historia de control. Antes de la aparición de la imagen como herramienta de identificación, el reconocimiento de criminales dependía de la memoria de los policías, de testigos cuya certeza se desvanecía con el tiempo. Luego, llegaron las mediciones: se catalogaban cráneos, se pesaban narices, se buscaban patrones en los rostros que revelaran una supuesta predisposición al crimen. ¿Dónde está el criminal? En la forma de la mandíbula, en la distancia entre los ojos, en el grosor de los labios. O eso se creía. La fotografía llegó para fijar ese archivo visual: cada rostro atrapado en la imagen era un dato, una prueba de que el orden podía imponerse sobre el caos.
Pero, ¿y si en lugar de fijar identidades, la fotografía las disolviera? En Guilty!, las imágenes dejan de ser pruebas irrefutables y se convierten en espectros. La sobreimpresión de rostros en capas translúcidas produce una identidad en crisis, un retrato donde lo que importa no es quién está ahí, sino la imposibilidad de saberlo con certeza. En un tiempo donde el reconocimiento facial se ha convertido en la nueva medición de cráneos, la obra de Grossman nos enfrenta con una pregunta urgente: ¿cómo se fabrica un culpable en la era digital?
El Panóptico Algorítmico
Foucault nos enseñó que el poder no solo vigila, sino que moldea. La disciplina no solo castiga, sino que produce sujetos. En el siglo XIX, las técnicas de catalogación de criminales no solo registraban a los delincuentes: creaban la categoría de “delincuente” como un tipo de sujeto reconocible. Hoy, en la era del big data y la inteligencia artificial, el proceso es aún más sutil. El culpable ya no necesita cometer un delito; basta con que los patrones de su comportamiento lo hagan “sospechoso”.
Byung-Chul Han en Infocracia alerta sobre esta transición: el poder ya no necesita castigar ni vigilar abiertamente. Los datos hacen ese trabajo por él. ¿Para qué imponer normas cuando se pueden predecir comportamientos y dirigirlos? El discurso político, la esfera pública, la negociación de significados: todo eso queda obsoleto ante la eficiencia del algoritmo. En la visión dataísta del mundo, la discusión es un problema que puede resolverse con información suficiente. ¿El resultado? Un modelo de sociedad en el que los datos reemplazan las decisiones humanas y la vigilancia se convierte en autocontrol.
Si Grossman trabaja con la imagen del culpable construido mediáticamente, Infocracia nos muestra el nuevo escenario: un mundo en el que el criminal es detectado antes de cometer un crimen. ¿Te suena familiar? Es el argumento de Minority Report2, pero sin la estética de ciencia ficción: ya está ocurriendo. Los sistemas de inteligencia artificial usados en seguridad pública “predicen” delitos, clasifican ciudadanos por nivel de peligrosidad y generan listas de potenciales ofensores. La criminalidad, que alguna vez fue un asunto de tribunales, es ahora un problema de bases de datos.
Rostros en Disolución
Grossman se sitúa en este dilema y lo expone en su obra: Guilty! no es solo una serie de retratos, es una imagen de la sospecha en el siglo XXI. Sus rostros fantasmales no son solo individuos anónimos, sino símbolos de un problema mayor. ¿Qué nos dice el rostro de un desconocido? ¿Qué tan rápido decidimos si es confiable o peligroso? Y más aún, ¿qué pasa cuando esa decisión ya no la toma un humano, sino un algoritmo?
Los dataístas imaginan un mundo optimizado, donde las decisiones difíciles ya no dependerán del error humano. Pero lo que no ven, o lo que eligen no ver, es que en ese mundo desaparece la posibilidad de la duda, del error como parte del aprendizaje, de la conversación como herramienta para la construcción de la sociedad. Como dice Han, el big data no escucha, solo computa. No argumenta, solo clasifica. Y una vez que todo está clasificado, etiquetado y predecible, ¿qué queda por decir?
Tal vez la obra de Grossman sea una advertencia. Tal vez esos rostros desintegrados sean los nuestros, reflejados en una sociedad donde la identidad es un dato más, donde la imagen ya no nos muestra, sino que nos define, nos encierra, nos condena antes de haber hablado.
En esta nueva realidad, donde los sistemas de inteligencia artificial “predicen” delitos y clasifican ciudadanos, Grossman y Han nos muestran un mundo en el que no solo las decisiones difíciles, sino también nuestras interacciones más humanas, están siendo optimizadas por algoritmos que no debaten, solo clasifican. Y en este mundo optimizado, ¿qué espacio queda para la duda, el error y la conversación?


En el contexto actual, donde la tecnología redefine continuamente los límites entre lo privado y lo público, las obras como Guilty! nos desafían a repensar no solo nuestra percepción de la identidad, sino también nuestra relación con los medios de vigilancia y control. Este diálogo entre arte y tecnología abre numerosas vías para la reflexión crítica: ¿hasta dónde estamos dispuestos a permitir que la tecnología penetre y defina nuestras vidas personales y sociales? ¿Cómo podemos reclamar y retener nuestra autonomía en una era dominada por el flujo constante de información?
Para quienes estén interesados en explorar estas cuestiones más a fondo, recomiendo la lectura de Vigilar y Castigar3 de Michel Foucault, que examina cómo las tecnologías de control han evolucionado desde el castigo físico hasta formas más sofisticadas de vigilancia psicológica y social. Además, La Sociedad del Espectáculo4 de Guy Debord ofrece una crítica aguda sobre cómo la imagen se ha convertido en la principal conexión entre las personas y el mundo, anticipando muchos de los dilemas que enfrentamos en la sociedad contemporánea.
Por otro lado, Guilty! e Infocracia nos invitan a reflexionar sobre el futuro de nuestra identidad y privacidad. En un mundo donde cada clic y cada interacción son monitoreados y analizados, ¿qué estrategias podemos adoptar para proteger nuestra identidad digital? Este tema es explorado con gran profundidad en El Punto Ciego: Psicología del Autoengaño de Daniel Goleman, que puede proporcionarnos herramientas para entender y navegar la complejidad de nuestras relaciones con la tecnología y con nosotros mismos.
Al reflexionar sobre estas obras y textos, es crucial considerar nuestro papel como espectadores y como ciudadanos en un mundo cada vez más mediado. El arte nos ofrece un espejo a través del cual podemos ver reflejadas nuestras propias complicidades y vulnerabilidades en este sistema. ¿Somos meros consumidores de imágenes o podemos ser críticos activos de las narrativas que se nos presentan?
Finalmente, mi visita a la exposición Últimos Ingresos planteó preguntas sobre la función y el futuro del museo en nuestra sociedad. ¿Puede el museo actuar como un espacio de resistencia contra las tendencias dominantes en el arte y la cultura? ¿Cómo pueden estos espacios contribuir a una comprensión más crítica y diversa del arte y su papel en la sociedad? La lectura de El Museo Desplazado: De la educación somática a la acción directa5 de Claire Bishop, nos puede ofrecer una perspectiva provocadora sobre estas cuestiones.
Los invito a todos a considerar estas preguntas y a explorar estas lecturas. Juntos, podemos profundizar nuestro entendimiento del arte y su intersección con la tecnología, la política y la vida cotidiana, abriendo nuevas vías para el pensamiento y la acción en nuestro mundo complejo y en constante cambio.
¿Cómo podemos convertirnos en sujetos activos empezando por el museo?
Visitar Últimos Ingresos y reflexionar sobre estas obras me hizo pensar una vez más en la importancia de ser un espectador activo y crítico. En el museo, cada obra nos invita a cuestionar y a profundizar nuestra comprensión de la cultura y la sociedad. Como sujetos activos, no solo consumimos arte; participamos en un diálogo con la historia, con el presente y con las posibles trayectorias futuras de nuestra sociedad.
Te invito a leer el texto completo sobre Últimos Ingresos y a considerar una visita a la exhibición para experimentar personalmente la potencia de estas obras y quizás, encontrar tus propias respuestas o más preguntas en este diálogo. Y ojo, si vas, no te olvides de tener a mano la Guía para Perderse (y Encontrarse) en el Museo. Es una herramienta que te puede ayudar a explorar no solo esta muestra, sino todo el museo de una manera más profunda y personal. ¿Quién sabe? Tal vez te ayude a descubrir nuevas preguntas o encontrar esas respuestas que estabas buscando.
Si decidís visitar la exposición o si tenés algún pensamiento sobre cómo el arte puede interactuar con las tecnologías de información en nuestra vida diaria, me encantaría conocer tus ideas. Empecemos a considerar el arte no solo es una forma de expresión sino como una herramienta poderosísima para entender y transformar nuestro mundo. Compartir tus reflexiones es crucial en la construcción de un diálogo enriquecedor sobre el papel del arte en nuestra sociedad.
Me despido por ahora. Espero que pronto llegue la lluvia y nos de un respiro de tanto calor para poder disfrutar un poco más del exterior, así puedo recobrar energías para algún plan cultural la semana que viene. Aunque ya se agotaron los cupos para algunas actividades a las que quería asistir, no me preocupo porque siempre hay algo que hacer en la ciudad. Y si no, está perfecto tomarse un momento para no hacer nada y simplemente disfrutar de la pausa. De todas formas, voy a serguir entre mis libros y notas porque el tiempo apremia y aún hay mucho por explorar.
Un abrazo y buena semana,
Julieta
"Infocracia" - Han, Byung-Chul, (2024). 4ta edición. Ed. cast.: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Taurus, 2024, trad. Joaquín Chamorro Mielke. Penguin Random House Grupo Editorial.
Minority Report. (2002). [Película]. Dirigida por Steven Spielberg. 20th Century Fox.
“Vigilar y castigar” - Foucault, Michel, (1975) en Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, 2023. Ed. cast.: Tres Cantos, Siglo XXI Editores, 2023, trad. Aurelio Garzón del Camino.
"La sociedad del espectáculo" - Debord, Guy, (1967). Ed. cast.: Buenos Aires, La Marca Editora, 2014, trad. Colectivo Maldeojo.
"El Museo Desplazado: De la educación somática a la acción directa" - Bishop, Claire, (2012). Ed. cast.: Madrid, Consonni, 2015, trad. Mariano Peyrou.