📸 Instantánea #1: ¿Cómo Trabajan los Artistas Hoy? – Parte I
Redes, tensiones y desafíos en la práctica artística actual
Contra todo pronóstico, estoy escribiendo esta entrega.
Dije que me iba a tomar unos días de descanso de la escritura, pero cuando las respuestas a la encuesta ¿Cómo trabajan los artistas hoy? empezaron a llegar, me pareció imposible dejarlas esperando. Hay algo poderoso en leer, en primera persona, cómo quienes hacen arte en este contexto navegan su día a día, cuáles son sus desafíos y qué redes —o ausencias de ellas— encuentran en el camino.
Hace unos días, junto con marte laboratorio creativo 👽☄️, lanzamos con mucha emoción esta encuesta con la intención de entender mejor qué necesitan hoy los artistas para sostener y proyectar su trabajo. La idea no era solo hacer preguntas, sino abrir una conversación sobre los sistemas que sostienen (o precarizan) el arte contemporáneo. ART In Caps y marte comparten una misma pregunta: ¿qué necesita el arte contemporáneo para expandirse sin perder su esencia? Esperamos que sus respuestas nos ayuden a imaginar y construir espacios donde la creatividad fluya sin obstáculos, donde el trabajo artístico no deba ajustarse a estructuras ajenas, sino encontrar un acompañamiento que respete su propio ritmo y naturaleza.
Las respuestas que recibimos hasta ahora pintan un panorama que, si bien no sorprende, confirma muchas sospechas y abre nuevos interrogantes:
• ¿Cómo se sostienen los artistas cuando los espacios de apoyo son limitados?
• ¿Qué tipo de vínculos laborales existen (y cuáles deberían existir) entre artistas y equipos de trabajo?
• ¿Hasta qué punto las redes de colaboración funcionan como un soporte real y no como círculos cerrados de acceso restringido?
En esta primera parte del análisis, quiero compartir algunos de los hallazgos iniciales organizados en tres ejes clave:
1. El artista independiente y la paradoja de la autosuficiencia
2. La confianza y la comunicación en el trabajo creativo
3. Redes de apoyo vs. círculos cerrados
La encuesta sigue abierta, así que si todavía no respondiste y te interesa sumar tu voz a esta conversación, podés hacerlo desde este link.
Mi impaciencia por compartir estos resultados hizo que esta primera parte llegue con más ansias de las previstas, así que todavía queda mucho por analizar. Nos leemos pronto en la Parte II, donde continuaremos explorando lo que nos revelan estos testimonios y, sobre todo, cómo podemos pensar nuevas formas de hacer arte sin caer en los mismos obstáculos de siempre.
Ahora sí, empecemos por el principio.
La creatividad no es magia: Es estructura, es contexto, es práctica
(O por qué insistimos en romantizar lo que, en realidad, necesita andamiaje.)
¿Por qué seguimos pensando la creatividad como un acto espontáneo en lugar de un proceso que necesita sostén? ¿Cómo podemos romper con la idea del “genio” solitario y reconocer la importancia de los equipos que hacen posible el trabajo artístico?
El arte siempre ha sido terreno fértil para los mitos. Uno de los más persistentes es el de la creatividad como una chispa espontánea, un don divino, un relámpago de genialidad que aparece en la mente de un artista sin previo aviso. La idea del genio iluminado que produce desde la inspiración pura es seductora, sí, pero también peligrosa. Porque detrás de cada obra hay algo mucho más tangible que la inspiración: hay trabajo, hay estructura, hay contexto. Y, sobre todo, hay personas.
Si algo quedó claro en las respuestas de la encuesta que lanzamos en colaboración con marte laboratorio creativo es que el proceso artístico no es solo una cuestión de voluntad individual. Requiere redes, recursos y un ecosistema que lo sostenga. La creatividad no se agota en la idea: necesita acompañamiento, infraestructura, gestión, financiamiento, espacios de intercambio y, sobre todo, tiempo. Entonces, ¿por qué seguimos esperando que los artistas se las arreglen solos?
La creatividad no es un evento aislado: es una práctica que necesita suelo fértil
En las respuestas, muchos artistas mencionaron lo importante que es sentirse acompañados durante el desarrollo de sus proyectos. No hablamos solo de lo económico—aunque claramente la falta de apoyo financiero sigue siendo un problema—sino del acompañamiento humano y profesional que les permita llegar a sus objetivos sin sentirse ahogados en el proceso.
Algunos hablaron de la importancia de la comunicación constante con los equipos con los que trabajan. Otros mencionaron la necesidad de contar con asesorías para conceptualizar mejor sus proyectos. Varios señalaron lo frustrante que es que el trabajo se “cajonee”, que haya una desconexión entre quienes producen la obra y quienes la gestionan.
Estos problemas no son anecdóticos. Son síntomas de una industria que a menudo trata el arte como un producto terminado en lugar de un proceso en construcción. Y ese es un cambio de paradigma que necesitamos discutir.
El mito del genio solitario vs. la realidad de los procesos colectivos
Lo que esta conversación va dejando en claro es que el arte rara vez es un acto solitario. Aunque la imagen del artista recluido en su taller sigue vigente en el imaginario popular, la realidad es que la mayoría de los artistas trabajan en red, en diálogo con otros, ya sea con curadores, gestores, críticos, diseñadores, comunicadores o incluso con su propio público.
Y sin embargo, en muchas instancias del mundo del arte, persiste la idea de que el artista debe ser autónomo en todo: conceptualizar su obra, producirla, gestionarla, venderla, difundirla. Este nivel de autoexplotación no es sostenible. Ni siquiera es creativo.
Porque la creatividad no es solo lo que sucede en el estudio. También es lo que pasa cuando diseñamos nuevas formas de colaboración. Cuando reimaginamos las maneras en que se produce, exhibe y distribuye el arte. Cuando nos permitimos pensar en sistemas de trabajo donde el artista no tenga que cargar con todo.
Entonces, la pregunta es: ¿qué pasaría si en lugar de pedirle a los artistas que se adapten a sistemas diseñados para la inmediatez, diseñáramos sistemas que se adapten a la naturaleza de la creatividad?
El desafío no es menor. Se trata de dejar de ver la creatividad como un misterio insondable para reconocerla como lo que realmente es: un proceso que necesita tiempo, recursos y personas que lo sostengan. Y esto no es solo un problema de los artistas. Es un problema estructural que nos involucra a todos los que trabajamos en el campo cultural.
Si el arte tiene el poder de transformar la manera en que miramos el mundo, entonces también tenemos la responsabilidad de transformar la manera en que se hace arte. Porque la creatividad no debería ser un lujo. Debería ser un derecho.
La importancia de un ecosistema creativo bien articulado
(O por qué la profesionalización en el arte no puede ser una cuestión de azar)
¿Qué estructuras existen hoy en día para apoyar el trabajo de los artistas? ¿Son suficientes? ¿Cómo se pueden fortalecer los lazos entre artistas, curadores, gestores, diseñadores y comunicadores para que el arte no dependa únicamente de la voluntad individual?
El arte tiene una relación extraña con la idea de la profesionalización. Mientras que en otros ámbitos creativos—como el diseño, la arquitectura o la música—existe una estructura relativamente clara de formación, trabajo en equipo y especialización, en el mundo del arte contemporáneo esta lógica es más difusa.
Y eso quedó en evidencia en las respuestas de la encuesta. Los artistas que participaron compartieron lo que valoran y lo que les frustra al trabajar con equipos, galerías, curadores y otros profesionales del medio. Lo que buscan no es tan distinto a lo que cualquier trabajador creativo esperaría en su entorno laboral: claridad, comunicación, confianza, compromiso. Pero la realidad es que muchas veces esas condiciones no están garantizadas.
Así que hagamos algo que pocas veces se hace en el mundo del arte: pongamos sobre la mesa las expectativas de los artistas y contrastémoslas con lo que realmente encuentran en el ecosistema en el que trabajan.
1. La importancia de la comunicación (y la frustración de su ausencia).
“Valoré que se respete mi trabajo artístico, me sentí acompañada en el proceso.”
“La comunicación fue siempre virtual, me hubiera gustado que la curadora pueda ver mis trabajos presencialmente.”
“La falta de comunicación, el cajoneo de obra, la voracidad de los galeristas.”
La comunicación es el hilo conductor que define la calidad de cualquier relación laboral. Sin embargo, en el ámbito del arte, hay una tendencia preocupante a la informalidad, al trabajo sin acuerdos claros, a las promesas implícitas que nunca llegan a concretarse.
Que un artista deba asumir que su obra puede quedar “cajoneada” sin explicaciones es algo que debería ser inaceptable, pero ocurre más seguido de lo que se dice. Que las instancias de trabajo con curadores, galeristas o instituciones sean frías, burocráticas o distantes, en lugar de colaborativas, también es parte de esta problemática.
¿Cómo se puede mejorar esto? No es tan difícil: reuniones periódicas, feedback real, claridad en los acuerdos. Básicamente, dejar de tratar la profesionalización del arte como si fuera una cuestión de improvisación.
2. Acompañamiento no es solo mostrar una obra, es sostener un proceso.
En las respuestas quedó claro que los artistas no buscan solo que su obra llegue a un espacio de exhibición. Buscan equipos que realmente los acompañen.
“La discusión de ideas, pragmatismo en la resolución de problemas, comunicación clara y constante.”
“Saber cuál es el norte.”
“Reuniones periódicas, escrituras y lecturas compartidas, actividades extra artísticas, ganas de aprender cosas nuevas.”
Este tipo de expectativas muestran que la relación ideal con un equipo creativo no se limita a lo transaccional. No es solo “vos hacés arte, yo lo muestro”. Es construir en conjunto. Es encontrar maneras de crecer en el proceso. Es compartir un lenguaje común, aunque los artistas y sus equipos tengan roles distintos.
Si hablamos de profesionalización, entonces también deberíamos hablar de lo que implica realmente sostener un proyecto artístico. Porque exponer es apenas un fragmento de todo el proceso. Y lo que los artistas necesitan no es solo una plataforma para mostrar su obra, sino un contexto que entienda cómo llegar hasta ahí de manera saludable y sostenible.
3. ¿Qué buscan los artistas en un equipo de trabajo?
Las respuestas de la encuesta fueron claras:
• Compromiso.
• Profesionalismo.
• Empatía.
• Creatividad.
• Flexibilidad.
• Estructura.
• Confianza.
Esto debería ser obvio. Pero no siempre lo es.
El mundo del arte a veces normaliza condiciones laborales que en otros sectores serían inaceptables. Desde pagos tardíos (o directamente inexistentes) hasta la idea de que un artista debería sentirse agradecido por tener la oportunidad de exhibir, sin que esa oportunidad venga acompañada de condiciones justas de trabajo.
En este punto, la responsabilidad no es solo de los artistas que buscan mejores condiciones. Es de toda la industria. De los espacios expositivos, de los gestores culturales, de las instituciones. Si queremos un ecosistema artístico donde la creatividad pueda desarrollarse sin agotarse, entonces hay que dejar de naturalizar la precariedad.
¿Cómo pasamos de las expectativas a una realidad más justa?
1. Claridad en los acuerdos de trabajo.
No más compromisos vagos ni promesas sin detalles. Los artistas merecen tener certeza sobre cómo, cuándo y bajo qué condiciones su obra será gestionada y exhibida.
2. Espacios de diálogo real.
No se puede hablar de curaduría, de gestión, de estrategias de difusión, si no se parte de la escucha activa. La relación entre artistas y sus equipos no debería ser jerárquica, sino colaborativa.
3. Condiciones laborales justas.
Esto es fundamental: si el arte es trabajo, entonces debe haber contratos, remuneración, derechos. Nadie le pediría a un arquitecto que diseñe un edificio “por difusión”. Con los artistas no debería ser distinto.
Este es un tema que da para mucho más. Pero lo que ya podemos afirmar es que hay una grieta entre lo que los artistas buscan en un equipo de trabajo y lo que efectivamente encuentran. Si realmente queremos que el arte tenga un andamiaje sólido, hay que dejar de asumir que el artista debe adaptarse a cualquier condición y empezar a construir sistemas que prioricen la transparencia, el respeto y la sustentabilidad.
El arte no sucede en el vacío. Necesita comunidad. Necesita estructura. Necesita equipos que trabajen con la misma creatividad que se espera de los artistas. Y para que eso pase, la profesionalización tiene que dejar de ser un privilegio y convertirse en una norma.
Esto recién empieza
Hasta acá, un primer vistazo a los resultados de la encuesta. Sé que hay mucho por seguir explorando y desentrañando, así que en los próximos días voy a compartir la Parte II, donde seguimos desglosando hallazgos y nos metemos en temas como el tiempo en el arte, las condiciones de trabajo y la importancia de generar estructuras más sostenibles para la creatividad.
Mientras tanto, me encantaría leerlos. Si alguna de estas preguntas resonó con ustedes, si tienen experiencias que quieran compartir—por más mínimas que parezcan—déjenlas en los comentarios o respóndanme por mail. Porque entender nuestro entorno es el primer paso para transformarlo. Y si todavía no completaste la encuesta, podés hacerlo desde este link.
Gracias,
Julieta